La Odisea del Mosquito
LOS INCENTIVOS DE LA INNOVACIÓN
Un empresario se dedicaba a fabricar
jabones pero tenía el problema de que, por fallas en la línea de producción,
algunas cajas que debían contener jabones quedaban vacías. Los consumidores se quejaban,
y entonces el empresario hizo una inversión importante para diseñar un
mecanismo que permitiera discriminar las cajas llenas de las vacías y así
evitar que los errores llegaran al mercado. Sin embargo, ninguna solución fue
satisfactoria a pesar de que gastaron varios miles de dólares en buscarla.
Entonces, un empleado logró ver el
problema. Regresó con un ventilador en la mano, lo encendió y dirigió el aire
hacia la faja continua donde venían las cajas de los jabones. Por arte de magia
las vacías se volaban y salían de la faja, mientras que las llenas, gracias al
peso del jabón, se quedaban. Con sólo 30 dólares resolvió el problema.
La NASA invirtió miles de dólares en
diseñar un lapicero que pudiera funcionar en el espacio. Dado que en el espacio
no hay gravedad, la tinta no bajaba y los lapiceros no escribían. Luego de
mucho esfuerzo y varios miles de dólares, consiguieron orgullosamente su
objetivo y presentaron el lapicero.
Luego descubrieron que los
cosmonautas rusos habían encontrado la solución muchos años antes: en lugar de
usar lapiceros usaban lápices.
Tendemos a pensar que la creatividad y la innovación significan encontrar soluciones complejas a problemas
difíciles. Pero la verdadera creatividad suele ser aquella que encuentra una
solución simple y por eso está al alcance de todos.
Steve Jobs, el fundador de Apple,
una empresa creada en los años 70 en un garaje y que en el 2012 se convirtió en
la más valiosa del mundo, basó su éxito en la simple innovación. Y como él
decía: “Los simple puede ser más difícil que lo complejo”. Y complementaba su
idea con un “es maravilloso tener una mentalidad de principiante”.
Pensar en simple, sin embargo,
requiere de mucho esfuerzo, y son las ideas simples las que empujan las
revoluciones. Lo que hizo que personas como Steve Jobs o Bill Gates transformaran
garajes en empresas más ricas que en muchos países no ha sido ni el capital, ni
la regulación, ni los subsidios estatales. Fue la innovación: esa increíble
capacidad del ser humano de imaginar algo y convertirlo en realidad. Y la
simplicidad crea la magia de ver algo tan evidente que nadie más lo había
visto.
Lo que diferencia la mera
creatividad de la innovación es el esfuerzo que hay en la segunda. Pablo
Picasso decía: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
Asimismo, el esfuerzo de pensar y de
convertir la idea en realidad proviene de los incentivos que se tengan. Los
Ford, los Edison, los Job, los Gates, hicieron lo que hicieron porque deseaban
ganar dinero, no es la necesidad la verdadera madre de la inventiva. Es la
posibilidad de cobrarles a otros por encontrar solución a sus necesidades el
verdadero motor del crecimiento y del desarrollo.
El
crecimiento en los últimos años que ha tenido el país puede explicarse
fácilmente: miles de peruanos creativos han encontrado, mediante aparentes
pequeños actos de innovación, nuevos caminos para solucionar necesidades de
otros. Gracia a esa posibilidad han generado bienes y servicios que mejoran
nuestras vidas y que a la vez generan trabajo y nuevas oportunidades de
innovar.
Los grandes héroes de nuestro
desarrollo no han sido ni los gobernantes ni sus ministros. Los héroes son los
emprendedores creativos y esforzados, de todos los niveles. El Estado se limitó
a dejar de entorpecerlos, y ello liberó su capacidad de innovar.
El mensaje para hacer sostenible el
desarrollo no es entonces pedir más políticas públicas, sino más libertad
individual. No hay problema grande para un emprendedor chico pero libre. Como
dice un proverbio africano: “Si piensas que eres demasiado pequeño como para
hacer una diferencia, es que no has dormido nunca con un mosquito en la
habitación.